La Primacía de la Santidad – Conmemoración del los Fieles Paulinos Difuntos 2025 – Mensaje del Superior General

Conmemoración del los Fieles Paulinos Difuntos - 7 de noviembre de 2025

La Primacía de la Santidad

Durante un encuentro con los Laicos Paulinos en las Filipinas, supe que una de las miembros de la comunidad laica se había unido inspirada por el ejemplo de su difunta madre, quien también había sido Laica Paulina. La hija compartió cómo su madre encontró fuerza y valentía en su lucha contra el cáncer gracias a su vocación como Laica Paulina, desarrollando en el proceso una profunda devoción y relación espiritual con nuestro Fundador. Fue profundamente conmovedor presenciar una confirmación tan hermosa de que vivir nuestro carisma es, en efecto, un camino seguro hacia la santidad, incluso para nuestros hermanos y hermanas laicos.

Al conmemorar una vez más, como familia Paulina, a nuestros fieles difuntos, es bueno recordar la razón por la cual nuestro Padre misericordioso nos ha reunido en esta familia. En el primer párrafo de nuestras Constituciones leemos:

“La Sociedad Misionera de San Pablo (M.S.S.P.) … se esfuerza en ayudar a sus miembros, tanto sacerdotes como hermanos, a alcanzar la santificación mediante el amor a Dios, entre ellos y a su prójimo, según el carisma del Fundador, Monseñor José De Piro.” (CC n.º 1)

Solo después las Constituciones señalan el propósito de la Sociedad como “la evangelización y la implantación de la Iglesia en las tierras misioneras conocidas como misiones ad gentes.” (CC n.º 2)

Este orden es significativo. Nos dice que nuestro compromiso de crecer en santidad debe preceder a nuestro compromiso con la evangelización, aunque ambas dimensiones estén íntimamente unidas. Jesús lo expresa en su manera: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” (Marcos 8,36).

Es necesario recordarme esto de vez en cuando. Es muy fácil caer en la trampa de hacer cosas por el Señor, en lugar de hacer lo que el Señor quiere que haga para Él. En definitiva, la santidad consiste precisamente en eso: acoger la voluntad de Dios para mí, tal como se presenta en las circunstancias ordinarias de la vida.

Recientemente, estuve con un dolor de muelas —una molestia pequeña pero persistente. Después de reflexionar, comprendí que incluso esto era una invitación de Dios a confiarme en sus manos. Él sabe mejor que yo lo que necesito para avanzar hacia el propósito de mi existencia, que es mi santificación.

¡Cuánta ansiedad y frustración innecesarias desaparecerían de nuestras vidas si realmente creyéramos que todo lo que Dios permite que experimentemos forma parte de su plan sabio y amoroso para guiarnos a nuestra meta definitiva! Sea enfermedad, injusticia, fracaso o incluso pecado —ya sea directamente querido por Dios o simplemente permitido por Él—, todo puede ser transformado por su poder infinito en un camino de santidad. Como nos recuerda San Pablo: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio.” (Romanos 8,28)

Nuestro Fundador ejemplificó esta actitud desde joven. Alexander Bonnici narra lo siguiente en su biografía de José De Piro, cuando este tenía solo 22 años:

“José crecía espiritualmente y aceptaba todas las pruebas como venidas de las manos de Dios. Y no le faltaban pruebas. No buscaba honores mundanos, y a veces reprendía con suavidad a los miembros de su familia, como cuando su hermana mayor Teresina le escribió deseándole éxito. En una carta a su madre, fechada el 23 de febrero de 1899, le pidió que le mencionara a Teresina su reacción ante esos saludos: ‘No quiero que Teresina siga enviándome saludos de ese tipo. Solo hay un buen deseo que acepto de todo corazón: que pueda reconocer la voluntad de Dios y seguirla fielmente. Eso me basta.’”

Eso también debería bastarnos a nosotros. Bastó para muchas personas hermosas de nuestra familia Paulina que nos han precedido al Padre y que continúan inspirándonos hoy —incluida la madre que mencioné antes. Entre ellas también contamos a muchos de nuestros primeros miembros, la mayoría de ellos hermanos laicos, cuya fidelidad mantuvo viva a la Sociedad. Pocos de esos hermanos laicos tuvieron la oportunidad de involucrarse directamente en el ministerio, como lo hizo el Hermano José Caruana. La mayoría fueron encargados de tareas humildes —como atender la cocina o cuidar la granja—, pero el amor y la dedicación con los que servían fueron su modo de participar en la misión evangelizadora de la comunidad.

Quizás ocuparon en nuestra Sociedad un lugar similar al que Santa Teresita del Niño Jesús discernió para sí misma en la Iglesia cuando dijo:

“Comprendí que, si la Iglesia tenía un cuerpo compuesto por diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario y el más noble de todos; y así comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón ardía de amor. … ¡Mi vocación es el Amor!”

En este día, recordemos con gratitud a estos hermosos miembros de nuestra familia Paulina, especialmente a aquellos que fueron llamados a la Casa del Padre durante este último año. Por su intercesión, recemos que nuestro Padre amoroso nos colme con su amor, para que podamos buscarlo a Él por encima de todas las cosas.

P Martin Galea mssp
Superior General.

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